Hoy en día te hacen sentir casi como un delincuente cuando entras a un establecimiento o tienda (de ropa o de lo que sea) cuando antes era algo lúdico e incluso placentero.

Y es que hay que seguir tantos protocolos que, sinceramente, apetece hacer cualquier otra cosa menos meterte dentro de una tienda.

Y es que aunque no trabaje en este sector lo que deduzco como consumidor observador y reflexivo es que son los protocolos sanitarios excesivos que se han establecido los que han convertido el acto de comprar en algo desagradable e incómodo, al menos yo lo siento así y me cuesta que me traten como a un objeto y no a un cliente al que hay que satisfacer.

Y supongo que al igual que para mí le ocurrirá a miles y miles de personas.

Quiero con esto señalar que son las personas que participan e interactúan en un comercio consumidores, trabajadores e incluso propietarios de estas pequeñas tiendas, y el sector en general, las víctimas de estos protocolos…

También es cierto que hay quien achaca a este descenso de las ventas físicas y cierre de negocios en que también el mal humor y el trato deficiente al cliente ahora predomina màs que antes.

Pero esto que puede suceder en contados caso también lo achaco a lo mismo. Después de jornadas de ocho horas o más trabajando con mascarilla un día tras otro, con un futuro siempre incierto y donde las restricciones pasadas durante meses, con cierres obligados, siempre pesan demasiado en el ánimo. Y así es difícil (y meritorio) pedir que alguien trabaje con buen humor…

Luego muchos no se explicarán o no querrán ver (yo lo entiendo perfectamente) porqué la gente al final se ha acomodado a comprar por Internet. Una tendencia que ya venía de años atrás pero que se ha acelerado de forma exponencial desde el inicio de la «pandemia».

Por desgracia para tantos miles de pequeños negocios y empleos, claro…

© Javier L. García Moreno

23 octubre 2021